LITERATURA
Protagonistas de la literatura casmeña
De la misma forma que Chimbote, Casma es portadora de una joven tradición literaria. En el siguiente texto, el escritor y periodista Luis Huerta Lomotte nos aproxima de manera panorámica a la obra y figura de sus principales representantes.
Por: Luís Huerta Lomotte
Establecimiento de la literatura casmeña escrita
Jaime López Raygada, en 1942, publicó una obra importante denominada “La canción del puerto sin nombre”. Luego, en 1944, en la “Monografía de Casma”, nos brindó el privilegio de conocer una serie de relatos antiguos ligados a las creencias míticas y tradiciones del pueblo. Posteriormente, aparece Estela Farromeque con “En el cauce del Santa” (1960) que trasunta la expresión pueblerina, gamonal y las vivencias de los campesinos de Casma, cuyo relato es “El algarrobal”, referido a la geografía local. Por su parte, Julio Ortega Cuentas, en la importante novela “Mediodía” (1963), narra algunos aspectos del valle de Yaután, cuyos sucesos involucran el reclamo de una herencia.
La literatura en Casma de los 70
Los 70 fueron los inicios de una faceta literaria de nuevos poetas en el ambiente casmeño. Entre ellos, Víctor Efraín Díaz Guzmán, quien abre las páginas de la poesía con temas del pensamiento filosófico y mítico; él nos ofrece el poemario “Pesadilla” (1973), cuya lírica ingresa tenazmente en las fuerzas ciegas de la metafísica sobre el dolor y la pena (causa-efecto). En el caso de Marcial Apéstegui Malpartida, los personajes y las anécdotas son vitales para él, ya que nos regala una obra valiosísima: “Personajes que hicieron Casma” (1992), donde resume la vida y obras de casmeños antes del 70.
Escritores surgidos en la década del 90
Juvenal Villa Giraldo, poeta y narrador, nos dio el privilegio de conocer su corte social y humano en “Brumas humanas” (1993), en el cual se distingue un principio y espíritu demiúrgicos, sensibles y conmovedores. Un año después, Augusto Ernesto Llosa Giraldo publicó “Confesiones en el albor de una nueva Vida”, en el cual explica las desatenciones, el olvido y la crueldad de los hombres.
Leoncio Villafuerte Santos, poeta, narrador, político, ideólogo histórico, social y literario, presenta “Nuevo amanecer” (1996), donde interpreta al hombre insurgiendo en lo sincero, necio e hipócrita; muy particular y a su propio estilo. Por su parte, Guillermo Vilcarino Guzmán recoge datos importantes de la narrativa casmeña en “Cuentos, mitos y leyendas” (1996), con temas tomados y seleccionados de la literatura oral.
Víctor Fortunato Oliden Altatorre, con un sentido humano de gran profundidad social, publicó en 1997 “Mirando hacia el alba”. Ese mismo año, Mario Lafora Ruiz, poeta y narrador, nos llevó a vivir las míticas vidas de los hombres de mar en “El remanso encantado”, donde es visible la naturaleza del paisaje marino.
Víctor Hugo Dueñas Medina, poeta que ingresa en la literatura local con “Ecos del sentir” (1997), nos ofrece la pasión sincera, el amor a la musa y la deidad, persistiendo en los detalles de la herida del amor. Más tarde, en 1999, Luis Huerta Lomotte surge en el contexto de la literatura casmeña con “Filosofía de amar”, cuyo esquema romántico incursiona en la reflexión humana y atenta contra el tabú y el sentir en las relaciones amorosas liberales.
La década actual
A partir del año 2000 se renuevan los giros narrativos y la cuentística casmeña. César Fortunato Oliden Alegre, presenta “Cuentos de Casma” (2000), conjunto narrativo muy imaginativo y recreativo para el lector infantil. Posteriormente, Mercedes Cueva Abanto, poeta ligada a nuestra literatura local, entregó “Canto a la vida” (2001), cuyas inspiraciones se materializan en el encuentro de la vida y la esperanza. César Villanueva López, por su parte, persiste en la expresión histórica local recreándola con la imaginación en “Leyenda del origen de las huellas dejadas en Sechín” (2001).
Guido Alberto Flores Luna retoma la poética en este nuevo milenio con “Tormenta y pasión” (2001), donde la resonancia de la juventud va más allá del conformismo, necesario despertar con el corazón abierto para sentir el aroma y la beldad, que nos atormenta y conmueve. José Alminagorta Rodríguez, valor de los años venideros, publica en el 2002 “El quejido de un adiós”, poemario donde se impregna el amor, las penas, los rumores, la soledad y el perdón.
Bernardo Jesús Lafora Sarrín, dueño de una prosa versada muy particular, nos expresa en “Vivencias” (2002) el raciocinio, el sueño de la libertad en un cuerpo marcado por el dolor, haciendo del hombre un ser golpeado pero con una luz de esperanza.
En Eduardo Ayala Vera la expresión simbólica del imaginar sosiego se diluye en el corazón poético con “La Cintura de Afrodita” (2003), libro en el cual el signo simbólico ultraísta da cuenta del amor a la beldad categorizada como diosa.
En el trajinar literario surge, Juan Luis Aguirre López, el año 2007, se abre paso con el libro de poesía “Luz y Esperanza” de profundo significado humano, apostando por la bondad, el respeto, la emoción de vivir, el carisma y el recuerdo que jamás se perderá en el tiempo.
En el años venideros, aparecen la pluma de Harold Agreda León, que nos invita a internarnos por un mundo fascinante de su poesía, con su producción literaria "Aromas de Papel" (2008), el encuentro amoroso de los seres que se plasman con la decisión del alma y la sensatez de la expresión.
Como quiera que la poesía de los tiempos debe tener una fluidez verbal, encontramos en Alan Dévera Pretell, a un protagonista de la verbalidad del sentimiento con su poemario "Espejos del Alma"quien a través de una colección de poemas nos lleva a incursionar en su temática para compartir sus vivencias, sus sueños y sus anhelos, las dichas y desdichas y que conducen a entrgarnos al amor y al sentimiento en una historia viva que perdurará en el tiempo y en la mente de nuestras generaciones en Casma...