TUCUSHUANCA –TUCUSWANKA
(Leyenda)
Fueron tiempos de zozobra, la comarca había sido dominada por
un ser del más allá encarnado en hombre cuya fuerza era imponente, obligaba a
los moradores a los más indignos placeres, llevándolos al desenfreno del dolor,
la injusticia y la muerte.
Cada ser, era tomado como presa de la invocación al más allá,
terminaba en el claustro de la tierra como indefenso cordero. Los cuerpos eran
llevados por los ancestros, que retornaban a esta vida para cobrar venganza del dolor
ocurrido.
La noche se había convertido en el sometimiento, la lujuria,
el deseo de la carne se envolvió entre las llamas del placer. Una mujer, era
entregada para no sucumbir en la maldición y la desgracia fatal de todo un
pueblo. Se escuchó una horrenda arenga ceremonial del más allá.
En aquellos tiempos, una población entera se preguntó cómo un
hombre lleno de vigorosidad física y mental pudo hacer tanto alarde de su
encanto en la población que le creyó su proverbio de defensor y protector de
los débiles, haciendo uso de su poder que venía de las extremas contiendas del
bosque y la oscuridad, del desierto y el espanto, de los cerros y los encantos,
los dominó.
Una noche volvió a la comarca para llevarse a alguien más.
Una voz de sacrificio, sometiéndolo a mejor pretexto de la tortura como si no
le importase nada, tomó la chonta y las dagas y se los cruzó por los costados e
invocó las leyes del más allá, se escuchó un crujir de huesos y un
ras…ras…rasgar de piel. La noche estaba envuelta en cielo tenebroso. Cayeron
lloviznas y el relampaguear desprendía una luz incandescente a cada designio
que se escuchaba en el lugar. Espantados los moradores sólo atinaban la mejor
forma para cobijarse dentro de sus casas.
Pero el cazador apareció de la nada, formado, para liberar de
las continuas desgracias ocurridas que se habían desatado en el pueblo. Luchó
en contienda, era el ángel de la guarda de la comarca…despiadado, botas de
cazador, sombrero de ala ancha para cubrirse de la llovizna y el frío de la
madrugada, pantalones anchos y poncho prieto y una correa que guardaba el
cinto, cuchillos, dagas y machetes. La
muerte anunciaba la ira, la desidia, la sangre se desvelaba por su cuerpo.
Fueron horas de contienda.
El amanecer se acercaba, ¡Tucus!... ¡tucus!… ¡tucus!, ¡demonios!,
¡demonios!, ¡demonios!, se desesperaban por terminar la contienda con las almas
que clamaban venganza. Wanka el caballero del bien y el mal se enfrentaba a duras
fortalezas que sobrevenían del más allá, unos con piel de chivos, otros con
cardos y espinas y otros con tremendos cachos de toro.
La lumbrera y los relámpagos solo hacían notar la espantosa
imagen de los tucus que se creían vencedores. Los gallos anunciaban la primera
luz del amanecer cuando entre los cuchillos y los machetes, Wanka, esgruñía
estocadas, que al tocar a las almas del infierno fueron desapareciendo entre harapos y
cortes. Fue entonces que el equilibrio de poderes entre el cazador de la noche
y la maldad se ponía uno a uno. Sintió Wanka una estocada en el costado, muy
certero, que le hizo disipar sus fuerzas, a punto de perder la vida, pero su
habilidad pudo más, que en un ardid tomó de entre sus bolsillos un crucifijo y
un san Cipriano y se lo puso en el pecho del tucu…e invocando su poder terrenal
de cazador y dominante de las almas del más allá. ¡TUUCUSWAAANNNKAAA! un
cuchillo de acero se insertaba en el pecho, lacerante atravesaba el corazón del
demonio. Entre el sosollo de la madrugada,
la lumbrera y la niebla de la noche fría, pudo verse al hombre
desaparecer poco a poco hasta que ojo humano nunca más lo volvió a ver hasta la
eternidad de hoy y el mañana…
FIN
AUTOR: LUIS HUERTA LOMOTTE
"PLUMA SECHÍN"
"PLUMA SECHÍN"
2017